lunes, 10 de agosto de 2015

El funeral de un soñador.

Cae una tormenta, el cielo está negro encima del cementerio aunque se vislumbra una luz encendida en uno de los crematorios, sólo se escuchan los relámpagos ensordecedores, el crematorio con la luz encendida está vacío, el viento calaría los huesos de los visitantes, pero no hay nadie, la luz proviene de uno de los hornos, está encendido, y frente a él hay un ataúd abierto, no hay nadie.

Los relámpagos iluminan el rostro del cadáver que está dentro del ataúd, es un cuerpo deforme, golpeado, lleno de cicatrices, viste ropa informal y no tiene identificación alguna, nadie acompaña a este cuerpo, tan abandonado se ve que parece que ya lleva un largo tiempo en descomposición pero sólo un experto lo notaría, dado el terrible estado de los golpes y cicatrices.

El cadáver tiene los párpados abiertos pero sólo tiene un ojo, hinchado y vacío, con la mirada perdida, sus manos están formando puños apretados pero lo que más llama la atención es que sus labios están cosidos, sellados para que su voz no pueda ser escuchada, parece un hombre relativamente joven, pero su edad no puede ser determinada a simple vista por todos los daños que tiene.

Junto al ataúd hay una mesa en la que se encuentra una lápida a medio hacer en la que se alcanza a leer: "Aquí yace un soñador, un crédulo, un imbécil que creyó en los demás, que confió en las personas, qué se pensó amado al que la vida le demostró soledad, mentira, amargura y lástima.

FIN

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